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16.6.14

Su peso en oro.

¿Qué define nuestro destino?

El pasado, presente y futuro son estados inciertos y pretensiosos de tiempo. Son solo límites definidos por el cerebro humano, para denegar el hecho de que el corazón podría dictar regla alguna con el consejo fiel del corazón.

Pasamos gran parte de nuestro día observando formas simples o cómodas de seguir, para que cada minuto que pase sea más productivo que el anterior, sin tener que movernos demasiado o forzar algunos otros universos paralelos. Y ¿qué hacemos para que cada minuto valga más la pena que otros?

Es tan fácil dejarse llevar por los caminos conocidos, patrones repetitivos, palabras exactas y, por ende, un desenlace seguro. Pobre, pero seguro.
Es por esto que algunas personas buscan refugio en dictámenes conocidos hace siglos, religiones y herencia genética. Todo es mucho más fácil que ir contra la corriente.

Pero una persona que realmente vale su peso en oro, no teme que al ir contra lo escrito por manos gigantes caídas del cielo o miles de ojos prejuiciosos al rededor. Sabiendo como será lo que viene a continuación del giro inesperado inspirado por una pasión o un sueño. Presintiendo el dolor de la caída o la desilusión de lo inevitable. Una persona que vale su peso en oro, no deja de sopesar las consecuencias y pérdidas que conllevará su decisión. Pero una persona que vale su peso en oro, lo hará de todas formas.

Y contra todo pronóstico, contra toda leyenda u horóscopo, a pesar de las posibilidades y porcentajes, paralelo a las experiencias ajenas y familiares, lo hará igual.
Sin saberlo, algo dentro de sí (entre las "mariposas en el estómago" y las "pasiones del corazón"lo impulsarán a lanzarse de todos modos.

Y entre la velocidad de la caída libre, el paisaje borroso y el destino confuso, hallará algo más que crece dentro de si. Algo incierto y desconocido. Algo nuevo. Algo que romperá sus estigmas, aprendizajes y virtudes; sin pasarlas a llevar. Solo que una nueva parte se abrirá. Un nuevo pedacito de sí se creará y encajará simultáneamente en su mente, alma y corazón.

En ese momento, en ese insignificante y fugaz momento, todo los moretones y rasguños, todas las cicatrices desapareciendo en su piel y memoria se difuminarán. Dejarán de doler. Y la persona que realmente vale su peso en oro, entenderá para qué y por qué sucedieron. Por qué tenían que pasar y en ese justo momento. Y por qué no lo entendió en su momento.
Por qué tuvo que gritar y llorar, maldiciendo todo ser viviente e inanimado por su vulgar y triste historia. Por qué tuvo que pasar de esto, para levantarse al día siguiente sin saber por qué.

Y de repente, el destino y la preocupación constante por qué pueda suceder a continuación desaparecerán. Ya no importará más. Sólo la caída, sólo su ser y su latido, sólo la valentía de haberse lanzado... Sólo él y nadie más, eternamente, felizmente, tranquilamente.

Basta de quejas, que aún quedan más caídas libres por temer y disfrutar, que la vista de esta caída es hermosa.

fisgonéando desde

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