Hoy no hay lógica, as-perezas, consciencia y des-pasión.
Una desbocada dicha de sin sabores inunda la habitación a la vez que el no tiempo gira a nuestro al rededor.
Cuándo se cierra la puerta con los dos adentro, quedan fuera todos los demás, pasados y futuros.
Las luces de la ciudad nos advierten la vida fuera de acá y los sonidos nos sobresaltan de nuestro somnoliento aburrimiento nervioso. Éste juego de amistad nos sirve a los dos.
Es cómo un provecho mutuo, ambos obtenemos beneficios, pero partimos mitades en mitades. Desunimos y desatamos maleficios malhechos antiguos, tratando de armar (cada uno por su lado) historias sin estrategias de vida, a ver qué resulta de nosotros, cómo individuos.
Qué extraño resulta construir algo a base de nada. Y regarlo con vacíos dulces y silencios llenos de cariño.
Pero la felicidad y tranquilidad innata de éxtasis egocéntrica que surge de nuestras entrañas, que no compartimos con ninguno del otro, es lo que no despega el rompecabezas... porque encaja bien.
Ésto no podría ser (y no es) nada más, lo sé muy bien.
Dejé mi pasado atrás y en ese preciso instante la tranquilidad me inundó.