"cuidado con el cierre de puertas".
A pesar del elevado volumen de mp3, logro escuchar la femenina (y siempre en tono provocativo) voz de la grabación del metro.
Las caras son diferentes, pero en el fondo, sabemos que son siempre las mismas.
La señora que está más cansada que todo el mundo y quiere que le den el asiento, con cara de perro.
Los jóvenes viniendo del trabajo/universidad/carrete.
Un par de bebés llorando, adultos leyendo, gente con audífonos.
Y súmale un infalible borracho, para obtener la mezcla perfecta santiaguina de muchedumbre.
Me reflejo en los vidrios viendo las luces fugaces de la ciudad, y una cara curiosa, estudiándome, con seductores ojos café.
Pelo despeinado, buena pinta, con aquella camisa a cuadrillé que me mata.
Lo recorrí, lo besé, le agarré el cuello con fuerza y desesperación mientras se deslizaba por mi piel. Estaban todos y nadie. Le mordí los labios y me arrinconó contra el asiento preferencial.
Nos derretimos sobre el "Ojo no te sientes en el suelo". Pero no violamos ninguna regla, rodamos acaloradamente y mi pelo cubrió la señalética.

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