Cuando todo está mudo podemos sentir como la juventud atraviesa el reloj de muñeca. Pero cada vez más lento.
De modo instintivo hacemos que el placer de estar vivos dure una eternidad.
Como si fuésemos mitades buscando anestesia en los recuerdos.
O a veces, en incertidumbres del presente.
Nos reflejamos en los escaparates y en las pozas de agua-lluvia. Vemos caras que han sido distorsionadas, sonreídas, demacradas con las historias. Pero aún así buscamos un camino para llegar más allá de la realidad.
Como queriendo ser tentadas por el mundo y seducidas por los misterios.
Vamos rompiendo la rutina de siempre andar a ciegas colgando de un hilo divino.
Y cuando las partes inconclusas encajan, la vista es maravillosa, aunque sea el paisaje más desolador (en ese momento, lo juro, éramos infinitos).
Nuestra vista se recreará con mil y un fotogramas nuevos, viajes, cortes de cabello y sábanas diferentes.
Seguimos buscando más, más de mí, de ti, de todos.
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| Baquedano. Bellavista. |
