no es que queramos romper. Queremos destrozar.
Queremos morder.
Y tan desastre y caos como suena, no lo es.
Es pacífico, más no silencioso.
Entre música, sonidos y armonías, alcanzamos el zen.
Luego de eso viene paz.
Y queremos hacer que dure por siempre.
El resto no lo entenderá, no importa.
Y muchos intentarán cantarlo o escribirlo, como yo, poniendo una barrera a las palabras. No saben que el alma y los pensamientos no tienen prisión.
Es la necesidad de hacer que los momentos perduren, no encerrarlos, si no que recordarlos y oler esa felicidad inexplicable por mucho tiempo.
Extrañaba hablar contigo, desde que me sacaste por peligrosa. Ésta vez prometo no espantarte, y espero que otra vez discutamos porque nos perdemos en Maipú o porque no decidimos que música poner en el mp3. Mientras me acompañes a caminar, está bien.
Así se debe haber sentido Lennon tocando por primera vez en un escenario, o Luther King hablando.