Como somos jóvenes, quedamos buscando la verdad, siempre guiados con una sed de tranquilidad y equilibrio.
Pero nos desesperamos en el camino, pensando que tal cosa no existe, o es efímera entre nuestras manos. Pensamos que es cosa de ancianos, que falta mucho para ello.
Y perdemos la fe, sintiendo que nuestro corazón y alma no soportarán hasta tan avanzada edad. La sed se acrecenta, y por mientras, las voces de nuestra cabeza también... preguntando Quien como porque somos.
Pero la primera lección que aprendí, fue a respirar.
Éste acto, el cual es el primero que aprendemos en nuestra vida al nacer (casi instintivamente, antes que los pensamientos y cargos de consciencia), es el que también nos trae de vuelta a la vida cada segundo.
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Río Mapocho - vista desde Puente Bellavista, Stgo., Chile.