Un depresivo sueño pasó por mi gangosa garganta.
Una depresiva sonrisa se reflejó en el espejo.
Es hora de confesar, es hora de aceptar y superar.
Es aquella relativa hora de no-insípidos sentires.
Por ello. Lo admito, no estoy bien.
Que no fue culpa de él o de aquél. Que mis actos fueron, sí, irrevocablemente bellos. Pero mortalmente impulsivos. Impulsos in-correctos, al fin y al cabo. Me di cuenta, de que me equivoqué al decir que "al menos, es un error seductor". Los errores no son más que eso.
Me ayudan ahora a entender, que aquél fue solo un clímax del argumento. Que otro fue un hermoso capítulo (y espero que lo sigas siendo).
Y aceptarlo me suprime el apretón en el pecho. Sí llorar se ha vuelto rutina, una rutina muy MÍA.
Pero ya pasará, como todo. Al fin, después de cuatro años... lo puedo ver.
Y es hora de confesar (que sé que leerás ésto) que sí, aún te amo.
Pero es la hora en que me necesito, yo y yo misma.
Así que, here we go.
