Había una vez una pequeña niña... ante un grandote m u ndo.
Sabía que se le habían presentado malas situaciones, estaba en el lugar y el momento erróneo
.
Muchas personas la consolaban: "Después de la tormenta viene la calma". Muchas veces ella creía que le mentían, que eran solo palabras... Pues bien, eran palabras pero con gran peso. Ciertamente, siempre venía la calma.
Un día la niña notó algo peculiar... Se dió cuenta de que la gente que convivía diaramente con ella, iba desapareciendo poco a poco. Cada vez se sentía más y más s ola.
Lloraba todos los días, pues temía que algún día no quedase nadie más con quién compartir y reir.
Soñaba con el momento y despertaba dando respiros ahogados.
Una noche en particular, se despertó a media noche. Pero la niña ya no quería estar más asustada, no temía a lo que venía.
Tomó una manta y d esc alza fué al parque más cercano. Sentía la hierba fresca bajos sus pies y sus mejillas eran tiernamente acariciadas por la brisa.
Cabó un hoyo algo profundo y lo observó. Tomó una cajita que traía en la mano y en ella puso una sonrisa, un se creto, una flor, una carta, una fotografía, un beso, una lágrima y finalmente una canción.
Avistó en el cielo rastros de que el sol saldría impetuoso prontamente, así que se apresuró en colocar la cajita en su respectivo lugar, dentro del agujero.
Y dándole una última mirada en su cajita, enterró todos los miedos que significaban vivir junto con los recuerdos.
Rápidamente lanzó la tierra sobre la cajita, dejando atrás lo que alguna vez significo T O DO.
Ya no necesitaba de ellos, porque lo único que importaba son las alegrías y enseñanzas que habían dejado aquellos.
Miró hacia el cielo y agradeció por tener un día más para vivir, cada día oportunidades para crecer. Los rayos del sol ya podían calentar sus mejillas tornandolas de un leve r o u g e. Sonriendo se fué porque alfin podría volver a dormir, los fantasmas del pasado se habían quedado atrás, bajo tierra. Y ya no temería más porque la gente se iría algún día, "Así es la vida", se dijo.
Desde ahora valoraría cada persona y momento, sin arrepentirse más de no haberlos cultivado. Y sa tisfecha y orgullosa de sí misma por haber entendido que la vida no nos pertenece, cerró sus ojos y al fin, pudo descansar.
Dedicado a todos aquellos que entienden la alegría de vivir y que su significado no es más que disfrutar el día a día.
Ponle c o Lo R a tu vida, tienes tu destino en tus manos.
Sólo, vive.
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